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Ver la versión completa : VICIR BAJO LA PROTECCION DE ATENEA (en atención a Jale)



Ilis
30/05/2009, 19:11
BASTA YA

En el trayecto al centro, la primera impresión te coge desprevenido. Quizás porque viven en medio de un ruido constante, a los atenienses les gusta disfrutar de rincones tranquilos al aire libre. Azoteas y terrazas son elementos básicos en la ciudad.

Con un tráfico intensísimo, la ciudad está tan viva de día como de noche, alumbrada con sus luces de neón y bombillas doradas.

En Atenas no cabe preguntase que visitar primero. De mañana, bien temprano lo que preguntas es: ¿Akrópolis, parakaló? (¿Acrópolis por favor?), la respuesta es inmediata en ingles. Nuestro interlocutor, como miles de griegos habla ingles, el problema es que nosotros no, pero como buenos mediterráneos, nos las arreglamos gesticulando con las manos.

Tres mil años de historia nos reciben en los Propileos y su escalinata de entrada a la Acrópolis. Hay que subirla lentamente porque el momento es solemne. El delicado templo jónico de Atenea Niké tiene dimensiones humanas, pero la inconfundible silueta que se recorta ante nosotros, se nos antoja ideada por dioses, tal es la perfección de sus proporciones. Si desde la distancia el Partenón parece tan antiguo como la humanidad y tan invencible como ella, una vez ante él no pueden obviarse los estragos de la historia en el mármol. Pero se mantiene en pie, estoico, y su inefable belleza te hace sentir poderoso.

Ante el comentario, nuestro guía responde “El ateniense es indómito. Vive en una encrucijada de caminos, y siempre ha tenido que defenderse. Pero, de un modo u otro, consigue salir adelante. ¡Hay que disfrutar de la vida!”. No sabemos muy bien que ha debido entender ante la vista de los muñones de columnas que se esparcen a nuestro alrededor por todo el recinto, pero pensamos que su definición , se parece mucho a la nuestra…..”La vida, si no es una aventura excitante, no merece la pena ser vivida.”

En la antigüedad, junto al tempo se alzaba una gigantesca estatua de Atenea y el brillo de su casco, era visible para los marinos desde el cabo Sunión. Hace mucho tiempo que desapareció, como tantas otras, solo pervive el Erecteion, con su planta irregular y su patio de las Cariátides. La meseta es hoy un montón de ruinas, pero su poder evocativo es único en el mundo por donde pasearon Platón y Aristóteles.

Junto al Museo de la Acrópolis, nos encaramos a los Muros Ciclópeos, para contemplar el Teatro de Dionisio donde se celebraba la asamblea popular ateniense. Cierro los ojos e imagino el vocerío de los primeros demócratas del mundo.

La ciudad se extiende más allá de donde alcanza la vista. En primer plano, los tejados rojos de Plaka, salpicados de árboles, son el umbral de un lienzo cubista que forman las blancas azoteas de la ciudad.

A cierta distancia, la colina de Likavitós. Se diría un seno femenino de quién sabe que diosa, que alguien coronó con la iglesia de Agios Giorgios para restarle aire pagano. Midio escondida por ella, se divisa la colina de Strefi, más discreta, con sus cipreses y variedad de tonos verdes. Una y otra se disputan el honor de representar el alma del Ática que palpita debajo.

Aún queda a la izquierda un tercer competidor, la colina del Aerópago, la mejor balaustrada para contemplar la puesta del sol. A la caida de la tarde, su roca desnuda, se llena de parejas a la espera de la hora mágica. En ese lugar y a esa hora, se elevan hacía el cielo, el fru-frú de las cigarras y fragmentos de conversación en todos los idiomas, mientras se tiñe de púrpura.

Dejamos la Atenas de Pericles y bajamos hacia la Plaka que ocupa el área más antigua de Atenas por la calle Tripodón, la misma por la que pasaba hace veinticinco siglos el cortejo de las Panateneas con su ofrenda anual. Pero no, su configuración actual es reciente. En 1821, cuando se comenzaron los trabajos arqueológicos, los trabajadores llegados de las Cicladas levantaron aquí sus casas, de ahí que recuerde los pueblecitos de las islas cercanas. Cerrada al tráfico rodado es una de las zonas más acogedoras de la ciudad. Sus calles forman un laberinto de ocres, con el suelo empedrado y pergolas de hiedra.

Todas las plazas están acupadas por terrazas y, hasta los gatos andan perezosamente bajo el aroma del jazmín. El paseo sin prisas en un silencio solo interrumpido por el trino de los pájaros y la música que, de vez en cuando, llega desde las tabernas. Pronto tropezamos con el monumento a Lisícrates que se remonta al siglo IV a. C. y un poco más abajo, junto a la Torre de los Vientos, con la Biblioteca de Adriano. La imaginación vuela de nuevo hacia siglos lejanos.

Fuera de ese remanso, la ciudad derrocha vitalidad. El tráfico de automóviles y gentes es intenso y variopinto. Insólitos triciclos y camionetas antidiluvianas conviven con los últimos modelos de coches deportivos y motocicletas de toda edad y condición. Como conviven en las aceras, imperturbables ancianos que miran pasar el tiempo, vendedores de lotería que vocean su número, gitanas de largos vestidos, sacerdotes ortodoxos o relajados bigotudos de incierta ocupación…………

Se vende de todo: mazorcas de maíz asadas, esponjas naturales, bolsa de viaje, sofisticados instrumentos médicos, quincalla……..entre aromas de especialidades locales, la carne de los “souvlaki” y “gyros”, rosquillas “koulori”, dulcisimos “halva” y “baklava”…………

El recorrido sigue por Monastiraki, el barrio contiguo a la Plaka para topar con fantástico rastro. Aunque se ofrece de todo, se imponen las antigüedades. Recuerda al Portobello de Londres, si no fuera por su innegable carácter de zoco oriental, con su bullicio, sus aromas exóticos y por la intermitente aparición de los restos del ágora griega.

Es el momento de sentarse en una terraza para comer una ensalada de “feta”, el queso tierno tradicional con una generosa ración de pulpo a la plancha que nos da fuerzas para seguir, no lejos de Monastiraki, con la Catedral Nueva, una mezcla de arte bizantino y occidental. Mucho más interesante resulta la pequeña iglesia de Agios Eleutherios, una joya del siglo XII que está en la misma plaza y fue la primera catedral de Atenas.

Desembocamos en la plaza Sintagma. Detrás del Parlamento con sus jardines de caotico crecimiento pero la visita mere la pena, porque junto al palacio Zappeio, se alzan majestuosos los restos del templo de Zeus Olímpico y, un poco más allá, la Puerta de Adriano, construida para separar la vieja ciudad griega de la nueva romana.

Desde Sintagma, se continua por la avenidaPanepistimiou hasta Omonia, la otra gran plaza de Atenas y muy cerca el Museo Arqueológico Nacional, donde observados por la sonrisa de los arcaicos Kouroi de las primeras salas, podremos recorrer más de cincuenta donde se exponen las principales obras halladas en casi todos los yacimientos de Gracia lo que significa que el museo merecería, por sí solo otra visita a Atenas.

Psiri es el barrio de moda, en sus locales y terrazas, la diversión está asegurada hasta muy avanzada la noche.

Pero nosotros preferimos Exarchia con sus cines al aire libre, donde absortos en lo que ocurra en la pantalla, seremos vigilados por una luna llena y por omnipresentes rododendros. Una experiencia que nos traslada a nuestros años de niñez, cuando las epopeyas las vivíamos sobre el albero de la plaza de toros de nuestro pueblo natal.

Otra vez de día, la fiesta se traslada al Mercado Central, donde, a voz en grito se anuncian carnes y pescados traídos de El Pireo, pasas de Corintio, melocotones de Macedonia, cerezas de Tracia……….

A pesar de lo entrado el verano, aún cuelgan del techo los adornos navideños. No es que los hayan olvidado, es que los atenienses prefieren ocupar los momentos libres en “disfrutar de la vida” con un “ouzo” fresco en cualquier terraza del mercado mientras mueven sus “kobboloi” entre los dedos que no están ocupados con las fichas del backgammon con sorprendente silencio. Un contraste que sería inexplicable en cualquie otra ciudad que no sea Atenas.

Dejamos Atenas pero no dejamos Grecia sin antes suplicar los augurios que anuncien un pronto regreso, intentando revivir las ceremonias de iniciación en honor de la diosa Démeter y su hija Perséfone en los restos de su templo de Eleusis. Hacer ofrendas a Poseidón desde las ruinas de su templo dórico en el cabo Sunio y rendir pleitesía a Eurípides en el mismo escenario de su tragedia “Ifigenia” en el santuario de Brauron de Vravrona.

Por la vida, ilis

chamonix
03/08/2009, 20:01
Increible ! Espero que los escribas en un cuaderno tus relatos , porque son majistrales :cheers: Hasta senti el olor del pulpo a la brasa mientras leia :)

HILY & ARMANDO
09/08/2009, 16:25
Estupemdo relato de una ciudad de la que tengo muchos recuerdos, y que los rememore el año pasado, pero no pude ir ha Tesalonica que me trae recuerdos de mi tierra

Ilis
11/08/2009, 18:15
BASTA YA

CHAMONIIIIIX, aunque resulte dificil de creer, nunca apuntamos referencias, coordenadas o algo que se le asemeje.

En nuestros viajes solemos repetir el lugar de destino pues siempre hay algo nuevo que descubrir y, cuando un camino nos resulta demasiado conocido hasta el punto de saver que hay tras la siguiente curva, nuestra decisión siempre es la misma...............girar para otro lado, siempre habrá algo que ver o chachara que compartir.

Por la vida, ilis