antola
30/06/2009, 01:00
<tbody>
U N C A S O C L Í N I C O
Eran las 8,30 horas de una calurosa mañana de Mayo y, como cada día, Francisco y Antonio se disponían a subir a las plantas para ver a los enfermos encamados cuando sonó el teléfono, era Mercedes, la mujer de Luís. Luís es un enfermo que lleva años siendo tratado en la Unidad de su Isquemia Crónica, tiene puesto un Neuroestimulador. A lo largo de éste tiempo ha tenido sus altibajos pero llevaba una temporada que estaba controlado. - ¿Diga?
- ¿Antonio?
- Si, dígame
- Soy Mercedes, la mujer de Luís
- ¡Ah! sí, buenos días, ¿como está Luís?
- Luís está bien, con sus achaques de siempre. ¿Sabes que tuvo un infarto?
- Sí, ya me enteré
- El pobre tiene muy mala suerte. Pero yo no te llamo por Luís. (Mercedes suspira por teléfono) Se trata de Carlos, mi yerno, el marido de mi Adela.
- ¿Si? ¿Que le pasa?
- Está encamado en digestivo, lo han operado y le han cerrado sin hacerle nada. (Mercedes rompe a llorar)
- Tranquila mujer, dime qué quiere que hagamos
- Os habéis portado tan bien con nosotros que me gustaría que subierais a verlo
- En qué cama está
- En la 638/1
- Está bien, ahora cuando subamos iremos a verlo
- Mira Antonio que él no sabe lo que tiene y no queremos que se entere
- Bueno mujer, ya hablaremos, de momento vamos a ver que podemos hacer por él, no te preocupes
- Gracias hijo, hasta luego
- Adiós
Cuando llegan a la 6ª Planta se interesan por Carlos. La Enfermera les comenta que ha pasado mala noche con los dolores, que lo encuentra triste, deprimido y asustado. Revisan la Historia Clínica. Carlos tiene 35 años, antecedentes de gastritis y estreñimiento, acude a Urgencias por estreñimiento prolongado y fuertes dolores. A la vista de la analítica y las radiografías, deciden operar de urgencias. Se le efectúa Cirugía Paliativa, al despertar, Carlos se ha encontrado con una Colostomia. Tiene pautada analgesia correctamente. Tras leer la Historia, van a la habitación para verle. Carlos está en una habitación con otros tres enfermos, todos ellos mayores que él y con mal aspecto general. En este momento está solo pues su mujer, que habitualmente lo acompaña, bajó a desayunar. Está sentado en un sillón con los sueros puestos. Es una persona de baja estatura y complexión fuerte, poco pelo en la cabeza y barba de dos ó tres días, está algo pálido y sudoroso; sus ojos desprenden una gran tristeza.
- Buenos días, tu eres Carlos, el yerno de Luís ¿ no?
- Si
Mira, nosotros somos de la Unidad del Dolor, llevamos tiempo tratando a tu suegro y somos buenos amigos. Nos ha llamado Mercedes para que subiéramos a verte porque tienes unos dolores que no se te controlan con la medicación que tienes. Cuéntanos que te pasa. Mientras Carlos habla, Antonio le observa. Mira su expresión al describir el dolor, se intuye su miedo y preocupación. Carlos, por su parte, no mira a la cara, esquiva la mirada. En un momento de la conversación, sus miradas se cruzan, quizás un momento, pero suficiente. El lenguaje de los ojos entró en juego. Antonio creyó adivinar en ella una petición de ayuda y Carlos pareció adivinar en Antonio a la persona que podría ayudarle. La entrada de Adela en la habitación hizo desviar la atención hacia ella Angustiada, preocupada y nerviosa por la posibilidad de haber llegado tarde y no habernos podido avisar de que su marido no sabe nada y no quiere que sepa nada; entra casi corriendo, de forma atropellada. - Hola, buenos días, ¡que temprano habéis venido! Nos dijo atropelladamente a la vez que se dirigía hacía Carlos para decirle que le había traído una manzanilla y colocarse entre los dos sanitarios como si una barrera de protección se tratara. Antonio, experimentado en este tipo de situaciones, intervino para tratar de tranquilizarla.- Acabamos de llegar. Carlos nos estaba contando que es lo que le duele y ahora le íbamos a preguntar porqué la han operado y que es lo que le ha dicho el Cirujano pues nosotros aún no hemos podido leer su Historia Clínica. Tratábamos de conocer el grado de conocimiento de su enfermedad y, a ser posible, la demanda de información que pudiera tener Carlos. Tendríamos que estar muy atentos a los gestos de éste pues estaba claro que iba a ser Adela la que iba a dar la información, como efectivamente así fue. - Le han operado de una úlcera con muy mala idea, le han tenido que cortar un poco de tripa por lo que va a estar un poco de tiempo algo fastidiado. Más adelante se verá de ponerle el culito en su sitio. Mientras Adela, que continuaba en medio, contaba su historia, Carlos se inclinó hacia un lado del sillón para poder ver a Antonio. Durante un instante se miraron fijamente. Antonio se dio cuenta que Carlos le estaba pidiendo ayuda desesperadamente. Como si de un acuse de recibo se tratara, a la hora de despedirse, una vez que Adela había terminado su explicación, Antonio puso su mano en el hombro de Carlos y, apretándole ligeramente, le dijo que no se preocupara, que le iban a quitar el dolor para terminar diciéndole: ¡ya hablaremos!, a lo que Carlos asintió y vio como Adela salía de la habitación con Francisco y Antonio. Casi sin esperar a salir por la puerta, Adela rompió a llorar desconsoladamente. Era una mujer destrozada por la adversidad y obsesionada por la idea de que su marido no se enterara de nada, quería protegerlo a toda costa de un sufrimiento para ella inútil. Le informan que si él no pregunta no le dirán nada, pero que si lo hace, no le pueden mentir, de todas formas, le dice Antonio, tu y yo tenemos que hablar cuando estés más tranquila, voy a intentar convencerte de que tienes que decirle la verdad a tu marido y si te hiciera falta aquí estamos nosotros para ayudarte. De momento, le informa Francisco, le vamos a poner medicación que le va a pasar por una maquinita que Antonio subirá ahora a ponérsela y a explicaros como funciona. No te preocupes que es muy fácil. Adela se seca las lágrimas, se despide de nosotros y entra en la habitación con Carlos. En el Despacho Médico hablan con el Cirujano que le operó y les cuenta que la situación era caótica, que estaba prácticamente invadido y que poco más se pudo hacer por él. Los dos sanitarios estaban consternados pues, a pesar del tiempo que llevaban trabajando con éstos enfermos y a la cantidad de situaciones parecidas, no dejaban de afectarles, y ojala nunca nos dejen de afectar, pues querrá decir que nuestros sentimientos siguen vivos y aún podremos seguir intentando ayudar a enfermos como Carlos y a sus familias.
Deciden ponerle una PCA con Morfina esa misma mañana.
Tras pasar por la Consulta para prepararla Antonio vuelve a subir a la Planta, les explica la máquina y se la coloca. Se despide informándoles que mientras esté encamado subirán todos los días a verlo. A los pocos días a Carlos le dieron el alta hospitalaria. De los casi tres meses y medio que vivió Carlos, el último mes se lo pasó en cama sin poder asistir a la Consulta, así que era Adela la que semanalmente debía venir a darnos información de su estado. Durante el tiempo que Carlos pudo asistir a la Consulta, éste y Antonio empatizaron bastante, la confianza de Carlos en Antonio era total, existían temas comunes, ajenos a la enfermedad, de los que podían hablar tranquilamente, turismo, gastronomía, camping, pero siempre flotaba en la mente de ambos, al menos en la de Antonio, el fantasma del trágico y cercano final de Carlos. Carlos era un trabajador por cuenta propia, casado desde hacía seis años tenía un hijo de cinco al que adoraba. Quería montar una pequeña empresa, con lo de riesgo que eso implicaba en aquellos momentos, pero no le importaba, estaba dispuesto a darle todo lo mejor a su familia, en una palabra, estaba empezando a labrarse un porvenir. A Antonio le carcomía la idea de no poder prevenirle de que desistiera de sus intenciones, y pienso que algo debió de adivinar Carlos. Hasta entonces nos fue imposible convencer a Adela de que hablara con Carlos del tema de su enfermedad, estaba totalmente cerrada en banda. Yo pensaba que era injusto que Carlos no pudiera despedirse de su hijo, que no pudiera vivir intensamente la corta vida familiar que le quedaba, que no pudiera arreglar, en resumidas cuentas, el futuro de su familia. Era injusto, y debido a la actitud de Adela y su familia, me sentía maniatado. Pero como digo, algo debió adivinar Carlos cuando, en una de sus últimas visitas, aprovechó para que nos quedáramos a solas mientras Adela iba a por el coche. - ¿ Cuando me vas a quitar esto? ( se refería a la PCA )
- Aún la necesitas ¿no?
- Sí, es verdad, cada vez me subes más
- Si te hace falta..... para eso está ¿no?
Carlos se queda pensativo un momento.
- ¿Va para mucho tiempo?
- Creo que sí
- ¿Mucho, mucho?
- Seguramente
- ¿Para siempre?
Antonio calla por un momento. Carlos insiste.
- Dime, ¿Para siempre?
- Sí, pero con la máquina se puede trabajar. Mira esto.
Antonio le muestra la foto de la propaganda de la PCA en la que se ve a una chica muy mona trabajando tranquilamente. Carlos sonríe ligeramente haciendo un verdadero esfuerzo.
- Mira Antonio, yo tengo unos proyectos de futuro que tú muy bien conoces porque hemos hablado muchas veces de ellos. Me puedo embarcar económicamente, ¿ tú seguirías adelante?
Carlos había aprendido a mirar a los ojos. Me miró fijamente, callé por un momento y suspiré profundamente antes de contestarle.
- No
Hubo un silencio, supongo que breve pero que, se me hizo eterno.
- ¿No?
- No
Hubo otro silencio. Corrí mi silla de ruedas y me coloqué junto a Carlos. Puse mi mano en su hombro y le acaricié la nuca.
Carlos tiene ahora la cabeza baja para en un momento dado levantarla y mirarme fijamente.
- Mira Antonio, yo tengo amigos que me pueden hacer el favor de contratarme eventualmente y asegurarme para poder tener derecho a desempleo y así mi familia tendría una ayuda. ¿Tú lo harías?
- Sí, sin pensarlo
- ¿Crees que debo ir arreglando mis asuntos?
- Si
- ¿Qué tiempo tengo?
- No lo sé, pero todo el tiempo que te quede estaremos a tu lado para todo lo que necesites tú y tu familia.
- Gracias ¡no sabes el bien que me has hecho!
- Y tú no sabes el peso que me has quitado de encima.
- Adios Antonio
- Adiós Carlos
Nos estrechamos la mano, nos dimos un abrazo y se marchó.
Sólo le volví a ver una vez más, me contó que estaba hablando mucho con su hijo, que estaba tratando de arreglar sus asuntos, que estaba tranquilo y tratando de vivir segundo a segundo su vida en familia. En el aspecto técnico os contaré que Carlos y su familia entendieron perfectamente el manejo de la máquina, que murió sin dolor, a veces a costa de subirle la perfusión de Morfina, y que, según palabras de Adela, no sufrió nada y dio la sensación de estar sereno, hecho que a ella le ayudó a estar mas tranquila y seguramente le pudo ayudar más y mejor. Como es natural la vida sigue y nuestro contacto con la familia de Carlos se vió interrumpido hasta no hace mucho tiempo en que casualmente Adela fue al Hospital y paso a saludarnos con Carlitos, que por cierto está hecho un hombrecito. Adela me contó que todo iba bien y que Carlitos hablaba frecuentemente con su padre y este le daba animos para que cuidara de su madre, pero esa es otra historia que quizás otro dia me atreva a contar. AGRADECIMIENTOS: A los Doctores Francisco Linares del Río y Francisco Gómez de Toro por haberme inducido y enseñado a trabajar con los sentimientos más puros y descuidados de nuestros enfermos. Gracias
Fdo.: ANTONIO MAÑAS OLMO
Enfermero Unidad del Dolor
Hospital Universitario Virgen de la Victoria
MÁLAGA
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U N C A S O C L Í N I C O
Eran las 8,30 horas de una calurosa mañana de Mayo y, como cada día, Francisco y Antonio se disponían a subir a las plantas para ver a los enfermos encamados cuando sonó el teléfono, era Mercedes, la mujer de Luís. Luís es un enfermo que lleva años siendo tratado en la Unidad de su Isquemia Crónica, tiene puesto un Neuroestimulador. A lo largo de éste tiempo ha tenido sus altibajos pero llevaba una temporada que estaba controlado. - ¿Diga?
- ¿Antonio?
- Si, dígame
- Soy Mercedes, la mujer de Luís
- ¡Ah! sí, buenos días, ¿como está Luís?
- Luís está bien, con sus achaques de siempre. ¿Sabes que tuvo un infarto?
- Sí, ya me enteré
- El pobre tiene muy mala suerte. Pero yo no te llamo por Luís. (Mercedes suspira por teléfono) Se trata de Carlos, mi yerno, el marido de mi Adela.
- ¿Si? ¿Que le pasa?
- Está encamado en digestivo, lo han operado y le han cerrado sin hacerle nada. (Mercedes rompe a llorar)
- Tranquila mujer, dime qué quiere que hagamos
- Os habéis portado tan bien con nosotros que me gustaría que subierais a verlo
- En qué cama está
- En la 638/1
- Está bien, ahora cuando subamos iremos a verlo
- Mira Antonio que él no sabe lo que tiene y no queremos que se entere
- Bueno mujer, ya hablaremos, de momento vamos a ver que podemos hacer por él, no te preocupes
- Gracias hijo, hasta luego
- Adiós
Cuando llegan a la 6ª Planta se interesan por Carlos. La Enfermera les comenta que ha pasado mala noche con los dolores, que lo encuentra triste, deprimido y asustado. Revisan la Historia Clínica. Carlos tiene 35 años, antecedentes de gastritis y estreñimiento, acude a Urgencias por estreñimiento prolongado y fuertes dolores. A la vista de la analítica y las radiografías, deciden operar de urgencias. Se le efectúa Cirugía Paliativa, al despertar, Carlos se ha encontrado con una Colostomia. Tiene pautada analgesia correctamente. Tras leer la Historia, van a la habitación para verle. Carlos está en una habitación con otros tres enfermos, todos ellos mayores que él y con mal aspecto general. En este momento está solo pues su mujer, que habitualmente lo acompaña, bajó a desayunar. Está sentado en un sillón con los sueros puestos. Es una persona de baja estatura y complexión fuerte, poco pelo en la cabeza y barba de dos ó tres días, está algo pálido y sudoroso; sus ojos desprenden una gran tristeza.
- Buenos días, tu eres Carlos, el yerno de Luís ¿ no?
- Si
Mira, nosotros somos de la Unidad del Dolor, llevamos tiempo tratando a tu suegro y somos buenos amigos. Nos ha llamado Mercedes para que subiéramos a verte porque tienes unos dolores que no se te controlan con la medicación que tienes. Cuéntanos que te pasa. Mientras Carlos habla, Antonio le observa. Mira su expresión al describir el dolor, se intuye su miedo y preocupación. Carlos, por su parte, no mira a la cara, esquiva la mirada. En un momento de la conversación, sus miradas se cruzan, quizás un momento, pero suficiente. El lenguaje de los ojos entró en juego. Antonio creyó adivinar en ella una petición de ayuda y Carlos pareció adivinar en Antonio a la persona que podría ayudarle. La entrada de Adela en la habitación hizo desviar la atención hacia ella Angustiada, preocupada y nerviosa por la posibilidad de haber llegado tarde y no habernos podido avisar de que su marido no sabe nada y no quiere que sepa nada; entra casi corriendo, de forma atropellada. - Hola, buenos días, ¡que temprano habéis venido! Nos dijo atropelladamente a la vez que se dirigía hacía Carlos para decirle que le había traído una manzanilla y colocarse entre los dos sanitarios como si una barrera de protección se tratara. Antonio, experimentado en este tipo de situaciones, intervino para tratar de tranquilizarla.- Acabamos de llegar. Carlos nos estaba contando que es lo que le duele y ahora le íbamos a preguntar porqué la han operado y que es lo que le ha dicho el Cirujano pues nosotros aún no hemos podido leer su Historia Clínica. Tratábamos de conocer el grado de conocimiento de su enfermedad y, a ser posible, la demanda de información que pudiera tener Carlos. Tendríamos que estar muy atentos a los gestos de éste pues estaba claro que iba a ser Adela la que iba a dar la información, como efectivamente así fue. - Le han operado de una úlcera con muy mala idea, le han tenido que cortar un poco de tripa por lo que va a estar un poco de tiempo algo fastidiado. Más adelante se verá de ponerle el culito en su sitio. Mientras Adela, que continuaba en medio, contaba su historia, Carlos se inclinó hacia un lado del sillón para poder ver a Antonio. Durante un instante se miraron fijamente. Antonio se dio cuenta que Carlos le estaba pidiendo ayuda desesperadamente. Como si de un acuse de recibo se tratara, a la hora de despedirse, una vez que Adela había terminado su explicación, Antonio puso su mano en el hombro de Carlos y, apretándole ligeramente, le dijo que no se preocupara, que le iban a quitar el dolor para terminar diciéndole: ¡ya hablaremos!, a lo que Carlos asintió y vio como Adela salía de la habitación con Francisco y Antonio. Casi sin esperar a salir por la puerta, Adela rompió a llorar desconsoladamente. Era una mujer destrozada por la adversidad y obsesionada por la idea de que su marido no se enterara de nada, quería protegerlo a toda costa de un sufrimiento para ella inútil. Le informan que si él no pregunta no le dirán nada, pero que si lo hace, no le pueden mentir, de todas formas, le dice Antonio, tu y yo tenemos que hablar cuando estés más tranquila, voy a intentar convencerte de que tienes que decirle la verdad a tu marido y si te hiciera falta aquí estamos nosotros para ayudarte. De momento, le informa Francisco, le vamos a poner medicación que le va a pasar por una maquinita que Antonio subirá ahora a ponérsela y a explicaros como funciona. No te preocupes que es muy fácil. Adela se seca las lágrimas, se despide de nosotros y entra en la habitación con Carlos. En el Despacho Médico hablan con el Cirujano que le operó y les cuenta que la situación era caótica, que estaba prácticamente invadido y que poco más se pudo hacer por él. Los dos sanitarios estaban consternados pues, a pesar del tiempo que llevaban trabajando con éstos enfermos y a la cantidad de situaciones parecidas, no dejaban de afectarles, y ojala nunca nos dejen de afectar, pues querrá decir que nuestros sentimientos siguen vivos y aún podremos seguir intentando ayudar a enfermos como Carlos y a sus familias.
Deciden ponerle una PCA con Morfina esa misma mañana.
Tras pasar por la Consulta para prepararla Antonio vuelve a subir a la Planta, les explica la máquina y se la coloca. Se despide informándoles que mientras esté encamado subirán todos los días a verlo. A los pocos días a Carlos le dieron el alta hospitalaria. De los casi tres meses y medio que vivió Carlos, el último mes se lo pasó en cama sin poder asistir a la Consulta, así que era Adela la que semanalmente debía venir a darnos información de su estado. Durante el tiempo que Carlos pudo asistir a la Consulta, éste y Antonio empatizaron bastante, la confianza de Carlos en Antonio era total, existían temas comunes, ajenos a la enfermedad, de los que podían hablar tranquilamente, turismo, gastronomía, camping, pero siempre flotaba en la mente de ambos, al menos en la de Antonio, el fantasma del trágico y cercano final de Carlos. Carlos era un trabajador por cuenta propia, casado desde hacía seis años tenía un hijo de cinco al que adoraba. Quería montar una pequeña empresa, con lo de riesgo que eso implicaba en aquellos momentos, pero no le importaba, estaba dispuesto a darle todo lo mejor a su familia, en una palabra, estaba empezando a labrarse un porvenir. A Antonio le carcomía la idea de no poder prevenirle de que desistiera de sus intenciones, y pienso que algo debió de adivinar Carlos. Hasta entonces nos fue imposible convencer a Adela de que hablara con Carlos del tema de su enfermedad, estaba totalmente cerrada en banda. Yo pensaba que era injusto que Carlos no pudiera despedirse de su hijo, que no pudiera vivir intensamente la corta vida familiar que le quedaba, que no pudiera arreglar, en resumidas cuentas, el futuro de su familia. Era injusto, y debido a la actitud de Adela y su familia, me sentía maniatado. Pero como digo, algo debió adivinar Carlos cuando, en una de sus últimas visitas, aprovechó para que nos quedáramos a solas mientras Adela iba a por el coche. - ¿ Cuando me vas a quitar esto? ( se refería a la PCA )
- Aún la necesitas ¿no?
- Sí, es verdad, cada vez me subes más
- Si te hace falta..... para eso está ¿no?
Carlos se queda pensativo un momento.
- ¿Va para mucho tiempo?
- Creo que sí
- ¿Mucho, mucho?
- Seguramente
- ¿Para siempre?
Antonio calla por un momento. Carlos insiste.
- Dime, ¿Para siempre?
- Sí, pero con la máquina se puede trabajar. Mira esto.
Antonio le muestra la foto de la propaganda de la PCA en la que se ve a una chica muy mona trabajando tranquilamente. Carlos sonríe ligeramente haciendo un verdadero esfuerzo.
- Mira Antonio, yo tengo unos proyectos de futuro que tú muy bien conoces porque hemos hablado muchas veces de ellos. Me puedo embarcar económicamente, ¿ tú seguirías adelante?
Carlos había aprendido a mirar a los ojos. Me miró fijamente, callé por un momento y suspiré profundamente antes de contestarle.
- No
Hubo un silencio, supongo que breve pero que, se me hizo eterno.
- ¿No?
- No
Hubo otro silencio. Corrí mi silla de ruedas y me coloqué junto a Carlos. Puse mi mano en su hombro y le acaricié la nuca.
Carlos tiene ahora la cabeza baja para en un momento dado levantarla y mirarme fijamente.
- Mira Antonio, yo tengo amigos que me pueden hacer el favor de contratarme eventualmente y asegurarme para poder tener derecho a desempleo y así mi familia tendría una ayuda. ¿Tú lo harías?
- Sí, sin pensarlo
- ¿Crees que debo ir arreglando mis asuntos?
- Si
- ¿Qué tiempo tengo?
- No lo sé, pero todo el tiempo que te quede estaremos a tu lado para todo lo que necesites tú y tu familia.
- Gracias ¡no sabes el bien que me has hecho!
- Y tú no sabes el peso que me has quitado de encima.
- Adios Antonio
- Adiós Carlos
Nos estrechamos la mano, nos dimos un abrazo y se marchó.
Sólo le volví a ver una vez más, me contó que estaba hablando mucho con su hijo, que estaba tratando de arreglar sus asuntos, que estaba tranquilo y tratando de vivir segundo a segundo su vida en familia. En el aspecto técnico os contaré que Carlos y su familia entendieron perfectamente el manejo de la máquina, que murió sin dolor, a veces a costa de subirle la perfusión de Morfina, y que, según palabras de Adela, no sufrió nada y dio la sensación de estar sereno, hecho que a ella le ayudó a estar mas tranquila y seguramente le pudo ayudar más y mejor. Como es natural la vida sigue y nuestro contacto con la familia de Carlos se vió interrumpido hasta no hace mucho tiempo en que casualmente Adela fue al Hospital y paso a saludarnos con Carlitos, que por cierto está hecho un hombrecito. Adela me contó que todo iba bien y que Carlitos hablaba frecuentemente con su padre y este le daba animos para que cuidara de su madre, pero esa es otra historia que quizás otro dia me atreva a contar. AGRADECIMIENTOS: A los Doctores Francisco Linares del Río y Francisco Gómez de Toro por haberme inducido y enseñado a trabajar con los sentimientos más puros y descuidados de nuestros enfermos. Gracias
Fdo.: ANTONIO MAÑAS OLMO
Enfermero Unidad del Dolor
Hospital Universitario Virgen de la Victoria
MÁLAGA
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